jueves, 6 de mayo de 2010

PRIMERA PARTE (1938-1948) Capítulo 20: Las Cruces de Mayo y mis primeros negocios


Por aquellos años se instauró la celebración de las cruces de mayo con gran esplendor. Las tres calles principales, Corredera, Nueva y Triana, construyeron de albañilería y forja sendas cruces en la cabecera de dichas calles y, cada una, montaban espléndidas carrozas trabajadas por el vecindario y a veces con algún artista foráneo. Contrataban las mejores bandas de música de Sevilla y a veces de otras ciudades. Esta fiesta tomó gran auge en la comarca y era un éxito rotundo de visitantes. Los “gordos” del pueblo, económicamente hablando, se “picaban” y ponían la “pasta” hasta que se dieron cuenta del gasto económico, y se cargaron el invento.

Yo seguía progresando en cultura general, pues no dejaba de leer buenos libros y de dialogar mucho con todas las personas de superior cultura a la mía. Con mis ilusionados quince años me matriculé en el Instituto Popular Politécnico de Sevilla, para estudiar por correspondencia “Contabilidad General de Empresas”, curso que saqué con buena nota y que después me serviría en mi arribo a Sevilla. Además me ganaba unas sustanciosas pesetillas, aparte de las propinas de la Barbería, por llevar ya, casi solo, la Cartería del pueblo que estaba a cargo de mi tío Pepe Oliva, el marido de mi maravillosa tita Manuela, de quien, posiblemente, hablaré en más de una ocasión en estas memorias. Conseguí, haciéndome pasar por mayor de edad, varias representaciones comerciales, aparte de la Editora antes mencionada:

Una fábrica de esparto de Cieza (Murcia) otra de persianas de Iby (Valencia) de canela envasada de Murcia, de Anis “Las Palomas” de Rute (Córdoba) de factoría de arroces de Algemesí (Valencia) de una Imprenta, creo que se llamaba “La Modelo”, de Marchena (Sevilla) y quizás de alguna más que no recuerdo. Está claro que yo era un joven, casi niño, y, entre tener que trabajar en la Barbería, llevar Correos y que había varios representantes con muchos años establecidos y productos más introducidos, era difícil obtener mayores beneficios que una ayuda para mis gastillos y alguna ropa o zapatos. Tengo una anécdota simpática como representante. “Un buen día, que ya me temía yo, se presentó en la Barbería un delegado comercial de la fábrica de anisados de Rute y preguntó: ¿el señor Serradilla?, mi padre contesta inmediatamente, mientras cortaba el pelo a un cliente, SERVIDOR. Yo me puse de todos los colores cuando, presentándose, dijo: soy fulano de tal –no recuerdo el nombre- delegado de Anís Las Palomas de Rute. Mi padre, apresuradamente le indica mi sillón diciéndole; ah, eso es con mi hijo. Le estreché la mano, temblorosamente, diciendo; tanto gusto señor. Este hombre, ya veterano y curtido en mil batallas, me contestó; ¡Hola chico! ¿Qué tal? ¡Tranquilo hombre! ¿Dónde te espero para conversar y preparar visitas a los establecimientos? Le remití al Casino de socios y una vez terminada las visitas, por cierto, con éxito de ventas, todo culminó perfectamente. Era un hombre cariñoso y con mucha experiencia. Me transmitió mucha tranquilidad. Pero he recordado toda mi vida el mal “trago” que pasé a mis quince años”