domingo, 22 de febrero de 2009

PRIMERA PARTE 1938-1948. CAPÍTULO 6º: "Mi primo Paco"


Del grupo anterior hago un apartado para referirme a mi entrañable primo Paco. "Que más que primo, hermano", como dice él en su canto a Alanís. Un libro maravillosamente escrito con el corazón y el alma, digno de ser leído, y después agradecerle su autoría. Lo titula MIS RECUERDOS DE ALANÍS.
Lo divide en dos partes. En la primera hace un auténtico canto poético, a modo de romance, (aunque él sigue aseverando que "no es poeta") a la geografía urbana del pueblo, sus calles, sus plazas, sus monumentos, sus alrededores. También describe a los amigos entrañables, a personajes, hechos, fiestas y costumbres. A modo genealógico, relaciona a sus abuelos, padres hermanos y otros familiares. En la segunda parte, que él subtitula "Narrativa Trágica", escribe sobre la Segunda República Española, y la cruenta, canallesca, y miserable Guerra Civil de 1936. Siempre refiriéndose a Alanís, en una clara y correcta narración que nos habla del pueblo y en general de toda España. De tanta barbarie y tantas injusticias cometidas. Describiendo a todos los caídos e humillados injustamente, parándose en especial en su padre, que cayó en el frente del Ebro (mi admirado y querido tío Paco). En los Maestros de Escuela, insignes republicanos: Don Jerónimo Alemán López y Don José González Salcedo-mi primer maravilloso Maestro -como infantil-. En la Maestra "miga" Antonia Milán, y que ya nombro anteriormente. (De Paco ya seguiré hablando más adelante) Yo también asistí a sus clases siendo un párvulo. Era una mujer muy educada, bondadosa, sufrida y con una gran capacidad de entrega para con el prójimo. ¡Cuánto la recuerdo ahora!. También a su hijo Manolo, que en aquella época le ayudaba a impartir las clases. Luego fue mi gran amigo desde la Cárcel de Burgos y lo sigue siendo hoy, desde Cataluña, afortunadamente, pues ya cuenta los noventa años, mi entrañable y respetado amigo Manolo Milán. Aquí corto este inciso, pues seguramente saldrá más adelante en estas mis memorias.
Sin gustarme, ni desearlo, seguía aprendiendo el oficio, por respeto al Maestro, con interés y progresando rápidamente, pues era tenaz y además orgulloso de conseguir lo que me proponía. Eso sí, siempre, primero el colegio. Mis "sueños" eran otros: estudiar para dedicarme a escribir, al teatro que tanto me apasionaba y, además, matricularme en la Escuela de Artes y Oficios para ser pintor. Mis pensamientos sobre el futuro eran ambiciosos, siempre dentro de “el mundo del saber". No obstante, el Maestro Barbero siempre estaba diciendo: "aprender un oficio es muy importante, nunca se sabe lo que puede pasar".

domingo, 15 de febrero de 2009

PRIMERA PARTE 1938-1948. CAPÍTULO 5º: "1940"

Sigo con el año 1940. Yo acababa de cumplir nueve años. Nací el cuatro de septiembre de l931, en plena efervescencia de la Segunda República Española. En el pueblo, al estar tan reciente LA TRAGEDIA, se respiraba poca alegría. Además agravada por la absoluta escasez de todos los productos de primera necesidad. El día que cumplí nueve años, amaneció un día de sol espléndido, con ese cielo de un azul especial, limpio e incomparable que goza Alanís. Corría una fina brisa que bajando del norte por el "Cerro del cura", causaba bienestar en los cuerpos. Aún estábamos en época veraniega. Amén del olorcillo a pan caliente del horno de Adriano (de escasa producción) y que después sería entregado a las autoridades para ser repartido a través de las dichosas "cartillas de racionamiento" que, cada familia, había recibido del Ayuntamiento, aunque con "ciertas irregularidades". Este "aroma", esparcido por todo el pueblo, hacía que a los niños se nos hiciera la boca agua pensando en la hora de su reparto. Cuánta nostalgia me traen estos recuerdos.
Aquél día estaba contentísimo, me encontraba en la plaza del Ayuntamiento y aunque no era costumbre celebrarse el cumpleaño, por entonces sólo se tenía en cuenta el santo, y lo de hacer regalos se lo podían permitir muy pocas familias. Pero como yo era un niño vivaz y fácil para relacionarme con todos, recibí sendos obsequios de mis amigos.
Principalmente, cuentos y tebeos que tanto me ilusionaban. No todos eran ejemplares nuevos, también los había usados procedentes de algún cambalache. Varios títulos de los hermanos Green; de Roberto Alcázar y Pedrín: El Capitán Trueno; El Guerrero del Antifaz; Flas Gordon, Fumanchú, etc. De las niñas, preciosas postales casi todas con "vistas de Sevilla" ¡qué ilusión! También de la Patrona del pueblo, la Virgen de las Angustias. Yo, muy emocionado expresaba:
- ¡Hombre! gracias a todos por los cuentos y tebeos. Son los últimos ejemplares editados, especialmente, este de Roberto Alcázar y Pedrín, mirad, ya van por el 87.
¡Qué serie más estupenda! Y cómo nos lo pasábamos leyéndolos en voz alta cuando nos reuníamos para ello.
A Irene, cuanto agradecí su postal; ¡Qué linda era! Con la Torre del Oro y la Giralda al fondo, y ¡qué bonito se veía el río Guadalquivir!
-¡Ah!-Le dije - Me gusta mucho la dedicatoria: "A mi amigo Federico con mucho afecto y con el deseo de que Nuestra Patrona, La Virgen de las Angustias te ayude a hacer realidad esos "sueños" que tienes tan bonitos, para cuando, en el futuro, arribes a esta maravillosa ciudad".

martes, 10 de febrero de 2009

PRIMERA PARTE 1938-1948. PREÁMBULO: "EL ALANÍS DE LA POSGUERRA" (2ª Parte)

En aquel humilde Alanís funcionaban algunos talleres: cuatro carpinterías en las que trabajaban sus respectivos dueños y algún que otro aprendiz o ayudante. Uno de los maestros, Manuel Oliva (Cuquito), era muy aficionado a la poesía, sobre todo social. Cuando yo tenía unos diez años, me empeñé en que mi padre le encargara un modesto caballete para pintar. Éste puso como condición que yo me tenía que aprender de memoria el gran poema "Un duro al año" de Eusebio Blasco ( http://www.tinet.org/~xrr/poesia/un_duro_al_anyo.htm ) que él me recitaría mientras me confeccionaba dicho caballete. Así se cumplió por ambas partes. A partir de entonces, cada vez que tenía una oportunidad, allá que salía yo con "Un duro al año" que, algún que otro disgusto acarreó a mi padre por ser un poema absolutamente prohibido leer, recitar o escribir. Lo proihibía la dictadura a pesar de que trataba de un inocente chiquillo.
Además del taller de Cuquito, habían tres herrerías o cerrajerías en las que trabajaban sus propios dueños, también con algún ayudante o aprendiz.
En cuanto a oficios con establecimiento estaba una barbería, cuyo maestro, mi padre, era además sacamuelas y ayudante sanitario del médico o el practicante, sí la circunstancia lo requería. Además trabajaban dos oficiales y un aprendiz. Existían dos barberías más con un solo operario: el dueño.
Cinco zapateros, que en su modesto taller, confeccionan calzado nuevo, especialmente botas camperas y otras muy robustas a las que colocaban tachuelas en las suelas para que duraran más. Mi hermano y yo disfrutábamos de ellas gracias a los múltiples esfuerzos de nuestros padres. Eran circunstancias en que casi todos los niños iban en alpargatas y a veces hasta descalzos. Estos profesionales remendaban todo lo que se le llevaba a su taller.
Una cestería o talabartería donde, además hacían y colocaban asientos de anea para sillas. Eran dos hermanos.
Como transporte de mercancías existía un viejo y pequeño camión que manejaba su propietario y a veces ocupaba a un ayudante. Un más que usado automóvil de servicio público que sólo lo podían contratar los privilegiados (que eran escasos) para trasladarse a la estación ferroviaria que estaba a ocho kilómetros por la carretera de Cazalla, o para ir también a la capital. Para trasladarse a dicha estación o pueblos limítrofes, la gran mayoría lo hacía a pie o en bestias. Sin olvidar al "Cosario" un hombre que se ganaba el sustento y el de su familia a base de acarrear mercancías y multitud de cosas entre la capital y Alanís o viceversa.
Al terminar la Guerra Civil, la economía no puede ser más desastrosa, ni la vida más triste tanto para este pequeño pueblo, como para todos los de España.
Han caído demasiados compatriotas. Unos en el frente, otros en la retaguardia, la mayoría, por venganzas. Aunque para hacer honor a la verdad, he de proclamar que, en Alanís, las izquierdas no produjeron ninguna baja. Esta "suerte" parece que sólo la tuvimos nosotros en toda la provincia.

No quisiera, al cabo de tantos años, tener que ahondar en tan desgraciados hechos acaecidos por entonces, ya lo hace y muy bien mi primo Paco Spínola. Y mucho menos entrar en política, la que detesto. Principalmente, lo que deseo es narrar mis propias vivencias de aquellos terribles años cuarenta, hasta mi marcha a la Capital, que ocurre a finales de octubre de l949 para incorporarme como voluntario al Ejército. Cosa que hice el día uno de noviembre en el Regimiento de infantería Soria nº9, llamado Cuartel del Duque, situado en lo que es hoy la remodelación de la plaza de La Gavidia y parte del solar que ocupa "El Corte Inglés". De este apartado escribiré más adelante.
Estamos en el año 2008, han transcurrido nada menos que sesenta y tantos años desde los hechos que está recordando este "personajillo" aprendiz de barbero.

jueves, 5 de febrero de 2009

PRIMERA PARTE 1938-1948. PREÁMBULO: "EL ALANÍS DE LA POSGUERRA"

Alanís de la Sierra, como se le llamaba entonces, ahora sólo Alanís, es un pueblecito actualmente de unos dos mil habitantes,"mi pueblo". Se encuentra situado hacia el Oeste de las estribaciones de Sierra Morena. Concretamente, en el triángulo que forman las provincias de Badajoz, Córdoba y Sevilla, perteneciendo a esta última.
A la sazón nos encontramos allá por el año de mil novecientos treinta y nueve, en los primeros meses que siguen a la terminación de la cruenta y desgraciada guerra civil española de 1936. La economía, como la de todos los pueblos de esta comarca serrana, es agrícola y ganadera; por tanto, de muy escasos recursos para la mayoría.
Propietarios importantes hay muy pocos (a estos se les llamaba "ricos" o "señoritos"). Algo más medianos, pero siempre en minoría, respecto del total de los habitantes, son los dueños de pequeñas fincas rústicas, "mayetes" o "riquitos". Es decir: los que teniendo la propiedad del terreno, son ellos mismos los que lo labran o pastorean, no con poco esfuerzo y penuria, para subsistir y siempre al pie del terruño. A estos dos grupos hay que agregar el de arrendatarios y aparceros.
El apartado de profesionales con título lo componían dos médicos, un veterinario, un ayudante de éste, conocido por el maestro herrador, un practicante (lo que ahora son los enfermeros o A.T.S.), una matrona, un sacerdote católico o cura. Como escuela habían dos maestros, dos maestras y dos personas mayores que daban clases muy elementales, especialmente a los párvulos e hijos de jornaleros campesinos que sólo pueden acudir de noche. Por estas clases cobraban muy poco, a veces nada. Creo que las autoridades nunca agradecieron esa labor tan humana y altruista. Eran dos hermanos, se llamaban Pedro y Antonia Milán.
En el apartado de funcionarios del Ayuntamiento había dos municipales o policías locales, un alguacil, un barrendero y un enterrador.
El resto de habitantes lo cubrían otras profesiones que paso a enumerar: dos sastres y algunas costureras, un cartero, tres maestros de obras, trabajadores in situ junto a unos veinte albañiles, a veces más. Después estaba una gran mayoría de jornaleros o jornaleras en época de recolección de aceitunas y cereales, lo que suponía una importante fuente económica para el pueblo por tener Alanís un buen porcentaje en tierras de olivos, siembra y cría de ganado lanar y porcino. En la recolección de cereales, aunque es temporada corta, consiguen bastante trabajo segadores, arrieros y peones. También había algunas faenas para mujeres como era la de espigadoras.
En casas de labor o pastoreo existen algunos, aunque pocos, encargados o manijeros y en mayor número jornaleros y pastores (muchos de ellos aún niños) empleados todo el año.
Como criadas, niñeras, encaladoras y lavanderas, habría unas treinta mujeres, algunas eran casi niñas.
La industria era pobre: dos molinos productores de aceite que, como ya digo antes, solo funcionan dos o tres meses al año, según cosecha; cuatro panaderías, que la trabajaban sus propios dueños con unos ocho ayudantes entre todas ellas; un molino triturador de cereales, movido por fuerza hidráulica, atendido por sus propio dueño y su hijo; un modestísimo horno de tejas y ladrillos que trabajaban a mano, su dueño y sus tres hijos.
Sobre el comercio: existían unas diez tiendas, prácticamente sin especialización alguna. Se vendía de todo. Cinco son mayores o más importantes, el resto son pequeñas. Dos expendedurías de tabacos (estancos) y dos pescaderías muy modestas que, prácticamente, vendían la mercancía por las calles a base de vocear y si no la terminaban, la vendían en sus casas.