miércoles, 2 de septiembre de 2009

PRIMERA PARTE (1938-1948) Capítulo 17: El compadre Pepe. Merendolas

De entre tantas personas nobles, buenas y cariñosas que traté en mi pueblo tanto en la niñez como en la juventud, tengo que destacar a nuestro querido “compadre Pepe” José Alvarez Rodriguez, un hombre bueno, gran profesional de todo a lo que “echó mano”, inteligente y culto sin haber estudiado. Hombre serio en su comportamiento, pero con gran sentido del humor, muy responsable y cumplidor de su palabra, escrita o hablada. De él recibí las mejores enseñanzas sociales y humanas, y, los más extraordinarios consejos desde niño, hasta que me hice muy mayor. Cuando se trasladó a vivir en Sevilla, continuamos una estrecha, sincera y admirable amistad, hasta su muerte. ¡Cuánto te hecho de menos COMPADRE DEL ALMA! Como sabéis todos, compadres eran él y mi padre, por apadrinamiento de su hija Emilina a la que tanto quiso siempre. Pero era el COMPADRE de todos nosotros.
También añoro con gran ternura y emoción, las excursiones con mis padres a los campos cercanos al pueblo; Los Guíndales, propiedad de los Moyanos, con quienes estábamos emparentados a través de la títa Narcisa. Allí siempre era para pasar el día completo, los domingos. ¡Qué ricas y espléndidas comidas preparaba el títo Manolito! Si era verano, ¡qué refrescantes baños nos dábamos en la alberca! Y si invierno, ¡cómo disfrutábamos con aquellas enormes candelas de leña de olivo o encinas!, donde, sobre las trébedes, se cocinaba un riquísimo arroz con conejo, o carne de cerdo en la parrilla. Entonces no había refrescos u otras golosinas para los niños, agua o un “traguito” de vino que, desde la bota, con mucho cuidado, nos echaban en la boca los mayores. Otras veces íbamos sólo por la tarde, y, al anochecer, nos tomábamos una merendola fría: huevos cocidos, tortilla campera, conservas, casi siempre, caballa, sardinitas en aceite o mejillones en escabeche. Algunas (pocas) lonchitas de jamón, ya que los dos jamones de la “matanza” tenían que durar casi todo el año.¡Cómo le gustaban estas conservas al Maestro, mi queridísimo e inolvidable padre! Tales merendolas solían ser en “La servilleta”“Los Coladeros””La Higuera”,”El Cubillo”,”San Pedro”, ”La Ribera”(Benalija) y otros tantos parajes preciosos que dejo de enumerar. Algunas veces nos sorprendió alguna lluvia pasajera que nos hacía recoger y salir a toda prisa para protegernos en alguna casilla o cobertizo de bestias.