Después empezaron los paseos (prematuros) con “las niñas”, la asistencia a los bailes, en las primeras horas (permiso restringido) y esa iniciación, naturalmente, restaba tiempo a la cultura ¡qué pena! no entenderlo a tiempo, a pesar de tan buenos consejos recibidos por el buen tutor y amigo Guzmán.
No obstante, yo no dejaba de estudiar y además mi padre cada vez me ocupaba más en la Barbería, lógico, por su empeño en que aprendiera el oficio cuanto antes. Por si fuera poco, empecé también a ayudar a mi tío Pepe en la Cartería, sustituyendo a mi buen amigo Luis Lora, veterano del Liceo cuando yo jugaba con los juveniles. Cuando escribía esto, aún nos veíamos por el pueblo algunas veces que coincidíamos. Ya nos dejó también. Era un buen sujeto. Por este tiempo, fue cuando tomé algunas representaciones comerciales, de las que ya hablé antes.